Evitando

Ya hace unos cuántos días que Mi Magdalena me decía que a ver cuándo nos veíamos, que llevábamos mucho tiempo sin vernos, que eran demasiadas semanas sin hablar. Lo cierto es que, y ella lo sabe, llevaba un tiempo evitándola.

Evitándola porque sabía perfectamente lo que me iba a decir. Que sigue acordándose de él, que no lo ha olvidado, que si él la llama ella irá. Lo más cruel de todo es que Mi Magdalena sabe que él no llamará, no llamará nunca, no va a haber un final feliz en este cuento. Porque Mi Magdalena es una canción que habla de putas, de mujeres que venden su cuerpo por dinero, y ella tiene la sensación que vendió todo el amor que tenía por unas migajas y una amistad.

Y quiere ser cruel, quiere gritarle, insultarle, decirle que no tenía derecho a llevarse todo lo que se llevó, a dejarla como la dejó. Nunca lo hará, porque vendió su amor, o se lo regaló, y por eso nunca podrá decirle o decir de él según qué cosas, porque en el fondo sigue queriéndole. Quizá no es tan en el fondo, seguramente no sólo sea al final, sino también al principio, con todo su maldito ser.

Tiene la sensación, y no le gusta, que jamás podrá volver a amar de este modo, que apostó demasiado y perdió más, que cruzó una línea que jamás debiera cruzarse y ha perdido el rastro del camino de vuelta.

¿Hay camino de vuelta para Mi Magdalena? ¿Dejará de dolerle el corazón? ¿Podrá sentir de nuevo con la misma intensidad?

Éstas son las preguntas que no quería que Mi Magdalena me hiciese y por las que llevaba evitando sentarme con ella todas estas semanas. Ojalá pudiese decirle que sí, que habrá un camino de vuelta, que el dolor se pasará y que probablemente antes de lo que ella espera, volverá a sentir con la misma intensidad. Pero no tengo la certeza de que esas sean las respuestas correctas y sin estar segura, viéndola como la veo, no se las quiero dar.

Deja un comentario