Tan amigos

Fuimos tan amigos .. mira ahora,
no lo pongas aun peor.
Ya te dije que era fácil ..
que acostarnos acarreara este dilema,
pero siempre me decías: “tú y yo no,
tú y yo somos especiales ..”
Son tus frases, mías no.

No quiero engañarte (no es tan fácil)
No a una relación (no lo digas)
No voy a llamarte (puede ser peor)
No te hablo de amor.

No quiero engañarte (no es tan fácil)
No a una relación (no lo digas)
No voy a llamarte (puede ser peor)
No te hablo de amor.

Fue un plan que no salió.
Y no fue más que un buen plan.
Si no salió .. ¿qué más nos da? ..
no fue tan mal. Pasó.
¿Recuerdas tu canción?

No voy engañarte (no es tan fácil)
No a una relación (no lo digas)
No voy a llamarte (puede ser peor)
No te hablo de amor.

No quiero engañarte (no lo entiendes)
No a una relación (no es mejor)
No voy a llamarte (si volvemos a hacerlo esto puede acabar peor)
No te hablo de amor.

No voy engañarte (no lo intentes)
No a una relación (no, ya no)
No voy a llamarte (ni te amo, ni quiero, ni te echo de menos)
No te hablo de amor.

Irreconocible

Así veo a Mi Magdalena.

No la había visto tan cabreada, tan dolida, en muchísimo tiempo.

Lo cierto es que me asusta verla así, no estoy acostumbrada a que sus enfados duren tanto. Puede ser porque hace mucho tiempo que no le hacían tanto daño.

Está tan enfadada que no puede acordarse de esos días. Está tan enfadada que no puede ni llorar. Y he intentado hacerla llorar, pero no lo he conseguido. Se le llenan los ojos de agua, se emociona un poco y… se pone seria y sigue enfadada.

Quizá si él diese señales de vida, ella pudiese hablar con él, decirle lo que piensa. Y poder soltar toda la rabia que, ahora mismo, le está consumiendo. Y seguir hacia delante.

La confianza da asco

Qué gran verdad. Esta tarde he estado hablando con Mi Magdalena y me ha pedido que le deje el teclado hoy, que quiere escribir ella.

No sé si algún día leerás esto, no sé si algún día buscarás el blog en el que sabes que se habla de ti. Si te acordarás de alguna frase cuando te leía algunos posts hace unos días, y te dará por ir a Google para ver si eres capaz de llegar hasta aquí.

Si has llegado tienes premio, te voy a contar cómo me has hecho sentir hoy. ¿Te acuerdas de la conversación que tuvimos ese domingo, después que te leyese los posts de este blog mientras estabas en el sofá escuchándome?  Cuando te conté cómo me hiciste sentir hace dos años y como me sentí después, cuando te marchaste. Me dijiste que no me querías hacer daño. Te creí. Fallo mío. Me dijiste que tenías que marchar y te dije que sin problemas, que no era lo mismo que hace dos años. Ni los sentimientos ni las situaciones.

Al día siguiente me dijiste que te quedabas un día más, y al siguiente, que te quedabas otro más. y así hasta el tercero. Me abrí y te conté cómo me habías hecho sentir, cómo no quería volverme a sentir. Que no quería volver a sentirme un kleenex, un segundo plato, no sé… poca cosa.

Y hoy has hecho que me vuelva a sentir así. Que nada ha importado, que nada te ha importado. Sólo hacía 4 días que nos habíamos despedido y has tenido la necesidad de vomitar lo que te pasa por la cabeza. Que igual te gusta tu amiga. Pues de puta madre ¿sabes? Que me alegro por ti y todo eso, pero que la próxima vez que sientas esa necesidad de vomitar cosas porque somos amigos y tenemos mucha confianza, te puedes parar a pensar un poquito en las circunstancias. Un poquito nada más, eh?

Igual decirle eso a una persona con la que has pasado 8 días, con la que has compartido tantas cosas, … sólo 4 días después de haberte marchado, no es lo más acertado. Bueno, igual no… NO es lo más acertado. Me parece estupenda toda la confianza y toda la sinceridad, pero has sido un cabrón. Cero respeto.

Si no sabes si ella te gusta o no, puedes esperar unos días a estar seguro antes de decírmelo. Porque para no querer hacer daño ni hacerme sentir mal, te has cubierto de gloria.

Te he contestado muy sinceramente y quiero que sepas, si alguna vez llegas hasta este blog, que lo he hecho porque valoro tu amistad. Pero ahora mismo, no puedo estar cerca de ti. Porque siempre que estamos muy cerca acabas haciendo/diciendo algo que me hace daño y abre una brecha enorme entre nosotros. No puedo estar cerca de ti ahora. Otra vez no puedo estar cerca tuya.

Algunas cosas tienen consecuencias. Follarte a una buena amiga, estar 8 días con ella, saber que la has ilusionado y decirle a los 4 días que igual la siguiente sí te gusta… tiene algunas. Que tu amiga se enfade y se aleje, es la más clara.

Estaba pensando que…

Tal cual lo ha dicho, Mi Magdalena, me imaginaba lo que me iba a decir.

– ¿Qué estabas pensando?
– Que sería bonito, un día como hoy, que hubiese un hombro junto al que acurrucarme.
– Si tú lo dices…
– Sí! Poder apoyar la cabeza, cerrar los ojos, respirar hondo, dejarse llevar…
– Si tú lo dices…

No le he querido reconocer que sí, que tenía razón. Sería bonito.

«No ha sido

mi primer pensamiento esta mañana. De hecho, llevaba mucho rato despierta cuando ha aparecido.»

¿Le estoy dejando ir? ¿Ya se está yendo?

Mi Magdalena me ha hecho estas dos preguntas esta mañana. Creo que sí, que finalmente se está resignando, o está madurando, o se ha acostumbrado a vivir sin él. Y más que si ÉL se está yendo, es que por fin Mi Magdalena está soltando algunos de los pájaros que tenía en su cabeza magdalenil. Porque, aunque ella se quiera aferrar a la idea de que ella siempre será especial para ÉL, de un modo u otro, empieza a asumir lo que ya era hora que asumiese… que si fuese tan especial, estarían juntos.

Y hace mucho que dejaron de estarlo. Oficialmente. Y no oficialmente.

Las cosas no son lo que parecen

Y de eso se van dando cuenta algunos amigos de Mi Magdalena. Amigos que le han preguntado abiertamente, o le han afirmado preguntando que «pasó algo, verdad?» y ante una pregunta tan directa, ella no ha mentido.

No ha mentido y aunque al final se ha quedado tranquila, se ha sentido mal. Mal porque prometió no decir nada jamás, y ha faltado a su palabra, sobre todo… LE ha faltado a su palabra. Pero da igual, porque ella ya nunca sabrá si, si ÉL se entera, se enfada o se deja de enfadar, el ADIOS sigue en su sitio. En realidad a Mi Magdalena no le da igual, espera que no se enfade y si lo hace, que entienda porque lo hizo.

Algunas situaciones no son buenas para nadie, y Mi Magdalena empieza a estar hasta el coño ya de las situaciones que no son buenas, no me lo dice en voz alta, pero la conozco y lo sé.

El corazón de Mi Magdalena

No deja de dolerle.

¿¿POR QUÉ HA DE SER TAN JODIDAMENTE DOLOROSO OLVIDAR A ALGUIEN??
¿¿POR QUÉ DUELE TANTO??

Mi Magdalena sólo quiere dejar de llorar, dejar de sufrir y dejar de lamentarse. Quiere sonreir, reir a carcajada limpia y poder hablar de según qué cosas sin echarse irremediablemente a llorar.

Menos mal, me dice, que este ADIOS era para bien, porque ahora le parece cualquier cosa menos que esté mejor.

ADIOS

Lo ha dicho. Mi Magdalena ha dicho adios. Ha dicho adios al que probablemente es el amor de su vida, a la persona que más y mejor la ha complementado, que más ha querido, con quien más cosas ha compartido.

Pero Mi Magdalena llevaba ya una temporada larga pasándolo más mal que bien, viviendo amor de una amistad, y son dos cosas diferentes.

Y le duele, a morir. No entiende cómo para estar (volver a estar) bien, es necesario pasarlo tan mal.
Y sabe que es lo mejor, pero eso no le resta intensidad al dolor.

Le querrá siempre. Él a ella, de un modo diferente, pero también. Siempre se tendrán el uno al otro, y siempre es siempre, ellos no mienten, no se mienten y saben que su siempre es PARA SIEMPRE.

A Mi Magdalena hoy le duele demasiado el corazón.

Pasado

No sé si Mi Magdalena lo había dicho alguna vez, creo que sí, que el otro día lo dijo, pero hoy se reitera en la mala leche que se le pone de no conseguir cerrar el pasado, olvidarlo, enterrarlo, quedarse con lo bonito. Quiere dejar de mirar, de sonreír, de suspirar… de hacer el más absoluto imbécil por el pasado.

Por que el pasado es eso, pasado. Y es un pasado muy amistoso, el mejor de todos los pasados, pero es un PASADO.

Y quiere dejar, de una puta vez, las cosas que duelen atrás y quedarse con lo bueno.

Sí, Mi Magdalena dice muchas palabrotas…

Cuando algo sale mal

Mi Magdalena se indigna, se enfada, no le gusta que las cosas no vayan como ella quiere, sabe que no siempre serán a su gusto, pero le duele ilusionarse, poner de su parte, volver a perder. Es una especie de Día de la Marmota con una dosis altísima de mala ostia.

Le repatea los higadillos que jueguen con ella, porque ella evita jugar con la gente, va de frente. Total, acaba perdiendo igual, ¿no? Al menos se puede mirar al espejo tranquilamente, aunque a veces piense que tanta ostia para eso…

Sin embargo, es su capacidad para aunque sepa que algo no le gusta, seguir tolerándolo, lo que hace que le hierva la sangre. Por que de eso, sólo ella tiene la culpa, sólo ella es responsable de seguir jugando a veces a un juego que sabe que no le lleva a ninguna parte ni le beneficia en nada.

Por las noches, antes de dormir. Por las mañanas al mirarse al espejo, sabe que en todos estos temas, hay muchas cosas que son entre dos, pero no todas, nadie puede escudarse en echar la culpa a otra persona por los propios fallos, hay que saber en qué cosas se falla, y en cuáles no, que nadie vaya a decirle a Mi Magdalena que tiene la culpa de algo que no la tiene!

A veces, si pudiese, dejaría de dialogar y cogería una espada, Mi Magdalena se ha cansado de dialogar, quiere pelea.